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Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>2. -- P. Jude Siciliano OP <FrJude@JudeOP.org>
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Empezamos este tiempo de Adviento como peregrinos, caminando hacia la fiesta de la Navidad. Un peregrino no es turista. El peregrino no sale para gozar del lindo paisaje ni de descansar en hoteles de lujo. Sale con un destino en mente, un destino que le llevara más cerca de Dios. Su propósito es profundizar una relación con Dios, una relación que se puede crecer solamente teniendo en mente la importancia de lo que uno está haciendo. Hoy empezamos este viaje con las palabras del Evangelio soñando en nuestro corazón: “Estén alertas, estén despiertos. Dios está cerca.”
“Estén alertas, estén despiertos. Dios está cerca.” Hoy en día, más que nunca, tenemos que estar alertas, porque es tan fácil dejarnos llevar con los sentimientos populares reflejados en las noticias. La llamada de Dios durante esta estación de Adviento es hacia la creación de la familia de Dios, una familia unida como hermanos y hermanas con Cristo Jesús. El misterio de la Encarnación es la manifestación del amor universal e incondicional de Dios. Debemos estar caminando hacia un mundo unido en este amor de Dios.
Lastimosamente, durante el año pasado, vimos crecer las divisiones serias en nuestro país. Estamos divididas sobre asuntos globales y locales. Grupos se ponen furiosos al hablar de inmigración, el control de armas, el clima, el racismo, el odio de otras culturas, la dignidad de la mujer, los impuestos, y mucho más. Parece que algunos piensan que tienen derecho de dominar a otros por razón del color de su piel, su género o familia de origen. A veces pueden usar lenguaje que nos deja confundidos.
Por eso, las palabras del Evangelio son tan importantes, “Estén alertas. Estén preparados.” En este momento de preparación por la venida de Jesús, debemos preguntarnos cuales voces debemos seguir. Necesitamos silencio y oración. Las voces que hablan el mensaje de Dios son los que proclaman la unidad de la familia humana, los derechos de los pobres y marginados, el don de la diversidad, el desarrollo de relaciones, el amor inclusivo y universal de Dios. Es hacia esta visión de Reino que estamos caminando en el tiempo de Adviento.
En este primer domingo de Adviento, es buen momento para examinar nuestra vida personal. Si estamos repitiendo mensajes oídos en la media, mensajes basados en miedo, venganza, superioridad, dominación u odio, es momento para arrepentirnos y dirigir nuestros pasos hacia la justicia. Si estamos sufriendo de divisiones en la familia, en la comunidad, o en nuestro corazón, es momento para renovar nuestra fe en el poder de Dios para salvarnos.
La belleza de esta estación de adviento es que podemos soñar con visiones de paz y de amor. Podemos crecer en nuestra posibilidad de servir como profetas a los demás, proclamando, como Isaías, una visión de abundancia y generosidad, basada en la promesa de Dios. Podemos dejar libre nuestra imaginación, para crear nuevos caminos hacia la llegada del Señor.Sr.
Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>
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“PRIMERAS IMPRESIONES”
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO - A –
30DE NOVIEMBRE DE 2025
Isaías 2: 1-5; Salmo 122; Romanos 13: 11-14; Mateo 24: 37-44
Por Jude Siciliano , OP
El pasaje de Isaías de hoy es hermoso, lleno de amor y esperanza. Nos prepara para el inicio del Adviento. En estos tiempos de lucha y división, Isaías nos presenta una visión que nos llena de esperanza, a pesar de nuestros desafíos personales y mundanos.
En su visión profética, Isaías nos invita a mirar más allá del conflicto hacia un mundo donde reinan la paz y la unidad:
“Convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces; ninguna nación alzará la espada contra otra.”
Esto es lo que sucede cuando la palabra de Dios echa raíces en nuestros corazones: nos apartamos del miedo, la ira y los prejuicios para abrazar la compasión, la reconciliación y el servicio.
Aunque la plenitud del reino de Dios aún no se ha manifestado, Isaías nos exhorta a comenzar a transitar ese camino ahora:
“Subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob.”
Nos invita a vivir hoy a la luz de la paz que Dios promete. Cada pequeño acto de comprensión, cada gesto de perdón es ya un paso hacia esa luz divina: «¡Oh casa de Jacob, venid, caminemos en la luz del Señor!»
Las palabras de Isaías son muy apropiadas para este primer domingo de Adviento. Nos recuerda que el Adviento es un tiempo de espera y expectación; no una espera pasiva, sino activa y llena de esperanza. Dios desea que nuestras vidas estén unidas, en paz y arraigadas en la sabiduría divina. Al escuchar el mensaje de Isaías, anhelamos —y comenzamos ya mismo a vivir— su visión.
«En los días venideros, el monte de la casa del Señor será establecido como el monte más alto y elevado sobre las colinas». Isaías señala la llegada del reino de Dios, un reino que comenzó con la primera venida de Cristo y que se cumplirá cuando regrese. Durante el Adviento, renovamos nuestro compromiso de vivir la vida del reino que Jesús nos enseñó y de esperar a que su paz reine plenamente.
El profeta nos llama a «convertir las espadas en arados». El Adviento nos desafía a prepararnos para la venida de Cristo no solo mediante prácticas externas, sino a través de la conversión interior: transformar todo lo dañino o divisivo en algo que nutra la vida. Cristo vino a traer la paz largamente prometida y nos llama a ser signos de esa paz hoy.
Cada semana encenderemos una vela más en nuestra corona de Adviento, un pequeño símbolo de cómo la luz de Cristo se fortalece a medida que se acerca su venida. Aunque esperamos en la oscuridad, no estamos sin luz. Podemos identificar la oscuridad en nuestro mundo y en nuestros corazones, pero también reconocemos la luz de Cristo que ya nos guía, paso a paso, domingo a domingo, hasta que su luz llene el mundo y no queden sombras.
La grandiosa visión de Isaías puede parecer contradictoria con las palabras de Jesús en Mateo, donde advierte que la venida del Hijo del Hombre será repentina, como en los días de Noé, cuando la gente ignoraba lo que se avecinaba. El mensaje de Isaías está lleno de serena esperanza; Mateo, en cambio, ofrece una severa advertencia. Sin embargo, se complementan. Isaías nos muestra lo que esperamos: el reinado de paz y justicia de Dios cuando los corazones se conviertan y la creación sea sanada. Mateo nos enseña cómo esperar: con atención, disposición y fidelidad en nuestra vida cotidiana.
Jesús dice que en tiempos de Noé la gente no percibía las señales de Dios porque estaba absorta en la vida cotidiana: comer, beber, casarse. No hay nada de malo en ello, pero en medio de la rutina, debemos mantener nuestros corazones atentos a Dios. El Adviento nos llama precisamente a eso: a vivir una vida ordinaria con una conciencia extraordinaria.
El Adviento no es un tiempo de espera ansiosa, sino de vida consciente. Si anhelamos la visión de Isaías de un mundo transformado por la paz de Dios, esa transformación debe comenzar en nuestro interior. Nos preparamos para la venida de Cristo no contemplando con nostalgia los cielos, sino viviendo cada día con amor, misericordia y atención, caminando en la luz que Dios nos brinda, especialmente en las Eucaristías de Adviento, en las Sagradas Escrituras y en nuestras conversaciones con los demás.
Aquí les dejo una oración para el Adviento. Lamento desconocer su origen.
“Dios amoroso,
En esta época sagrada nos llamas a despertar de nuestro letargo y caminar en tu luz.
Prometiste paz para nuestro mundo y esperanza para nuestros corazones.
Al comenzar nuestro viaje de Adviento, volvemos la mirada hacia tu venida.
y prepáranos para recibirte en cada momento de gracia.
Bendición:
“Que el Dios de la esperanza nos llene de paz mientras esperamos su venida.
Que la luz de Dios guíe nuestros pasos.
y el amor de Dios nos une en la fe y el servicio.
Haz clic aquí para acceder a las lecturas de este domingo:
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/113025.cfm
P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>