1. -- Kathleen Maire
OSF <KathleenEMaire@gmail.com>2. -- P. Jude Siciliano OP <FrJude@JudeOP.org>
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1.
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XXXII DOMINGO
16 de
Noviembre de 2025
Malaquías 3:19-20;
Salmo 98;
2 Tesalonicenses 3:7-12;
Lucas 21:5-19
Se puede imaginar el terror que tuvo la gente al escuchar las palabras de Jesús en el Evangelio. Es importante darnos cuenta de que San Lucas estaba escribiendo con un sentido fuerte de la segunda venida de Jesús, como muchos predicadores evangelistas hoy. Pero con los años, los primeros cristianos se dieron cuenta de que los discípulos tendrían que seguir fieles tras muchos años. El énfasis se cambió en insistir en la fidelidad, a pesar de las persecuciones y tribulaciones que la comunidad tendría que enfrentar.
Seguro que muchos de nosotros pensamos en lo que sufre la gente hoy. En Jamaica, Haití, Cuba y varias islas, un huracán destruyó casas y tierras. En Gaza casi todo el mundo está sufriendo de hambre. Hay guerra en varios países del mundo. En varios países, la cosecha está bien reducido por el cambio de clima, dejando familias sin ninguna manera de gana dinero. Y aquí en los Estados Unidos, los inmigrantes viven con miedo. Para mucha gente, debe parecer que está llegando el fin del mundo. Sin embargo, no es así. Y la Iglesia tiene la obligación de ofrecer una palabra de aliento, y una ayuda material.
El lenguaje del Evangelio es lo que se llama apocalíptica, o sea “la revelación del plan de Dios”. Su meta no era promover especulación de cuando Dios vendría, sino de ofrecer esperanza. Servía de asegurar a la gente que Dios estaba en control de la historia, que Dios seguiría fiel a pesar de los desastres, y que la justicia era en manos de Dios, no en manos de los hombres. Era una presentación de la historia, no del punto de vista de la gente, sino del punto de vista de Dios.
Es dentro de esta realidad que vivimos hoy. Al nivel personal, conocemos a muchas personas que pasan por situaciones muy difíciles: una diagnosis de cáncer, la pérdida de un trabajo, la muerte de un pariente, la depresión, la adicción, un hijo encarcelado, una hija joven embarazada. A veces les parece a estos individuos que está llegando el fin del mundo. Nuestro papel, como Iglesia, es ofrecer una palabra de apoyo, una presencia cariñosa, una promesa de oración. Puede ser que sea solamente nuestra fe en la fidelidad de Dios que les ayudará a seguir con esperanza.
Las escrituras nos dicen que el Espíritu Santo será presente como guía, durante el tiempo de espera. Vivimos nosotros dentro de una comunidad reunida alrededor de la memoria de Jesús, y dentro de su presencia en la Eucaristía. El gran consuelo que tenemos en la Santa Comunión no es un premio, sino una fuente de esperanza y de gozo. Cada semana estamos invitados a acercarnos a la mesa del Señor para compartir su Cuerpo y su Sangre, su misma vida. Es con esta seguridad que encontramos la fuerza para seguir fiel.
La Iglesia insiste que tenemos que crear aquí el Reino de Dios en la tierra, no esperar con los brazos cruzados para el tiempo futuro. En medio de las lecturas hoy, el Salmo Responsorial proclama un mundo de alegría y de justicia. Como Iglesia, podemos escuchar el lamento de todas las razas y lenguas y ofrecer un mensaje de consuelo. “El Señor llega para regir la tierra con justicia.” Rezamos todos: Señor, Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres, confiados que tu amor es más fuerte que la muerte.”
Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>
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"PRIMERAS IMPRESIONES"
33.º DOMINGO -C- 15 de noviembre de 2025
Malaquías 3:19-20; Salmo 98; 2 Tesalonicenses 3:7-12; Lucas 21:5-19
Por: Jude Siciliano , OP
Estimados predicadores:
Nos acercamos al final del año litúrgico, y algo se está gestando. Es más que un simple acontecimiento del calendario, como dejan claro las primeras líneas de la primera lectura del profeta Malaquías: «He aquí que viene el día, ardiente como un horno, en que todos los soberbios y todos los malhechores serán como paja…».
Malaquías fue uno de los últimos doce profetas menores. Escribió en el siglo V a. C., después del regreso de los exiliados. Su nombre significa «mi mensajero». Se dirigía a una comunidad de exiliados retornados en Judá, espiritualmente laxa, exhortando tanto a sacerdotes como al pueblo a la fidelidad al pacto de Dios. Su mensaje sigue siendo pertinente en nuestros tiempos. Además, el profeta anuncia la llegada del «día del Señor».
Las imágenes de fuego y rastrojos ardientes simbolizan el juicio de Dios. El mundo sigue su curso, cometiendo injusticias contra los pobres, y a algunos les parece que nadie rinde cuentas. ¿Acaso Dios lo nota o le importa? Malaquías se inscribe en la tradición profética desde Joel hasta Sofonías, quienes describen «el día del Señor» como aterrador y decisivo.
Sin embargo, la lectura concluye con una nota de esperanza: «Pero para vosotros que teméis mi nombre, amanecerá el sol de justicia con sus rayos sanadores». Esta es una de las imágenes más bellas de la literatura profética. Asegura a los fieles que, a pesar de las apariencias, Dios sí ha visto el sufrimiento de los oprimidos. Para ellos, la liberación y la alegría llegarán.
La Iglesia primitiva interpretó esto como una profecía mesiánica que señalaba a Cristo, y con razón. Las primeras lecturas de nuestras Eucaristías se eligen a la luz del Evangelio. Generalmente, la primera lectura anticipa el cumplimiento que se encuentra en el Evangelio. Así pues, hoy ambos textos comparten un tema profético común: la llegada del «día del Señor», que trae consigo un doble mensaje de juicio y esperanza.
En el Evangelio, Jesús se dirige a quienes admiran la belleza y el esplendor del Templo, con sus «preciosas piedras y ofrendas votivas». Parecen absortos en los aspectos externos de la religión mientras contemplan con asombro el edificio. Jesús, haciéndose eco de la voz serena de Malaquías, les advierte a quienes se pierden en la superficialidad de la religión: «Todo lo que ven aquí, llegará el día en que no quedará piedra sobre piedra; todo será derribado».
Quienes contemplaban el Templo con asombro lo habrían considerado eterno; sin embargo, Jesús advierte: «No quedará piedra sobre piedra». No se trata solo de una predicción de la destrucción del Templo; Jesús también advierte sobre falsos profetas, guerras y persecución.
¿Acaso Dios planea destruir a causa de los falsos profetas y la persecución? ¿Es este simplemente el «día de la ira» de Malaquías? Ni Malaquías ni Lucas proclaman un Dios con intención de destruir, sino un Dios que purifica y renueva. En ese «día ardiente como un horno», Malaquías vislumbra sanación y libertad para los fieles. Jesús, previendo pruebas, guerras, persecución y pérdidas, llama a sus seguidores a una fe inquebrantable: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas».
Vivimos en medio de la incertidumbre, y nuestro mundo a menudo parece estar al borde del colapso, ya sea político, moral o personal. Nuestras lecturas proféticas nos exhortan a mantenernos firmes y confiar en el Señor. Los tiempos de juicio y crisis pueden parecer el fin, pero también anuncian la luz transformadora de Dios.
Hay muchas maneras de experimentar la turbulencia que describen Malaquías y Jesús, no solo en los grandes acontecimientos históricos, sino también en los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana. Hoy, las estructuras sociales y de liderazgo pueden parecer inestables o injustas: guerras, corrupción, la erosión de la confianza en las instituciones y la agitación social. Así como la gente de la época de Jesús consideraba el Templo un lugar seguro —el centro mismo de la identidad de Israel—, nosotros también podemos aferrarnos a lo que alguna vez nos pareció estable. Sin embargo, el Evangelio nos recuerda que, si bien el poder humano se desvanece, el reino de Dios perdura.
Esta verdad también se aplica a nuestra vida personal. Hay momentos de gran incertidumbre, como pequeñas crisis existenciales, cuando la vida se tambalea: por una enfermedad, una traición, un fracaso o un cambio profundo. En esos momentos, Jesús nos asegura que Dios permanece constante, incluso cuando todo lo demás parece incierto.
En ocasiones podemos experimentar el colapso y la pérdida. En esos momentos, la imagen de Malaquías sobre el fuego purificador y el llamado de Cristo a la perseverancia nos recuerdan que la fe —no el miedo— es nuestro fundamento seguro.
Como lo indica el cambio de tono de nuestras lecturas recientes, el año litúrgico se acerca a su fin. Las Escrituras nos recuerdan que ya conocemos la postura de Dios y que las injusticias presentes no tendrán la última palabra. Mientras esperamos la resolución de Dios, continuamos, en la medida de nuestras posibilidades, viviendo con fidelidad, cumpliendo su voluntad y uniéndonos a Él contra la injusticia. Después de todo, ¿acaso no ha salido ya el sol de la justicia para nosotros e iluminado nuestro camino?
Haz clic aquí para acceder a las lecturas de este domingo:
https://bible.usccb.org/es/bible/lecturas/111525.cfm
P. Jude Siciliano, OP <FrJude@JudeOP.org>